lunes, 20 de octubre de 2008

La sangre del tiempo

Una casa, como cualquier casa, construida para abrazar el sueño futuro. Nuevos armarios, arcones, camas, alféizares, lavabos, estanterías y baños: vehículos de optimismo mayormente infundado, de esperanza ciega – quizás de la mejor clase. Aunque estas cosas son duras de pasar ya no aspiro a soportar el peso de sus expectativas, ni a derramar mas que mi parte de la sangre del tiempo. Para mí estos navíos parecen trampas en las que no estoy dispuesto o preparado a caer, y renunciaría agradecidamente a ellos para el servicio de otros. Que este impulso sea tan solo un futil, breve alejamiento del final del que no puedo escapar, mientras insisto en respirar perdición todo el dia, inhalando nuevos susurros y contaminándome con humo conocido. El recuerdo de exhalaciones pasadas presiona mis pensamientos al despertar para que viva por mí mismo. Pronto tendré que echar abajo el andamio, siempre he asumido que era provisional, para dejar solo aquello que resista a la erosión y que hable por sí mismo cuando me vaya. Sería ideal estar todavía, lo suficientemente distante como para ver qué podría ocurrir después. Como un chico, conocí mi cuerpo, y comprendí que no era mío. Mi consciencia no está limpia y temo la lejana reconstrucción. Intentaré reconciliarme más pero solo me siento capaz de imaginar la manera de respirar más fácilmente para decir adiós y no hacer nuevas promesas.
-Viggo Mortensen-

miércoles, 2 de enero de 2008

Hecho

Durante tres o cuatro meses me he acercado a la esquina donde solíamos vernos algunas veces para desayunar –aunque ahora está lejos de mi camino habitual- tan sólo para ver tu sangre. Esa mancha ya no es un tema de conversación, ni siquiera de casualidad, entre el resto de nuestros amigos con los que de vez en cuando me cruzo. Se hizo negro sobre el verano, al recoger huellas de neumáticos y una pluma de paloma, al inventarse asfalto por dentro y unirse a ti como si fuera una bolita de chicle aplastada. La última vez que fui a ver, encajabas tan bien con la calle que me llevó unos minutos encontrar el perfil familiar. No necesito seguir buscando la esencia de aquello que he asumido que está en nuestra memoria común ni el contacto desvanecido. Quizás, alguna vez, piense en echar un fugaz vistazo al lugar en raras ocasiones me encuentro caminando por aquella calle, pero ya no me detendré ni me pondré de rodillas para buscar la luz justa en la que atraparte.

Prepararse

De rodillas sobre los estrechos raíles, el actor estudia el acero con todos sus sentidos, parece que busca alguna imperfección, alguna pista, indicio, oculta incongruencia para aquellos poco observadores o demasiado ocupados para percatarse. Quizás tenga un método sonoro para señalar la cercanía de locomotoras yendo y viniendo, aún imposible de percibir por todos salvo por los instrumentos más sensibles. Respira sobre el raíl, lo limpia con el filo de la mano, inclina la nariz muy cerca, y gira la cabeza lentamente de un lado a otro.
Viggo Mortensen - Linger

Parada

El huésped del hotel aclara reflejos del zumbido del aire acondicionado a las tres o cuatro de la mañana. Cortinas echadas, calcetines colgados de la ducha para que con un poco de suerte se sequen rápido al amanecer. Olvidó el cepillo de dientes; no puede comprar otro ahora, dormirá con mal aliento hasta que las tiendas de la terminal abran. Imagina Suecia a través de la pista nebulosa, duros trabajos tras los nombres y pulsos que excavaban y que casi se dejaban sentir de nuevo. Impresión de alguien de quien te despediste la primavera pasada. Examina a través de la luz azul, la ultima cabecera de los aspersores de seguridad en el techo. Imagina la próxima isla, ve otro conjunto incompleto de ademanes, prende ilusión indefinida de un casi concedido deseo. Pide vivir un poco más, sorprendido por la ronquedad de su susurro, esperando que la mujer espere.
Viggo Mortensen - Linger

El perro..

El perro se avergüenza, se esconde, como nosotros hacemos, del afecto. Abandonada la cabeza, mirando de reojo tras las cuchillas erguidas del hombro, apretándose desesperadamente contra la esquina enmohecida de la medio-enlosada, medio-podrida caseta de la ducha de cemento con las patas temblorosas y mojadas. Miccionando sobre la destartalada cortina de plastico, temeroso de la paliza que vive esperándola.

Viggo Mortensen - Linger

Eleonora

Escucha la manera en que ella mastica su comida, la fuerza de su voracidad. Dientes sanos, elegante mandíbula caballar. Ella vigila mientras traga, cautivada por la acusación inquebrantable en nuestros agudos ojos juveniles.
Recuerdo cabalgar tras ella, a través de la hierba de cuchillas y de alto-estribo, alrededor de hormigueros gigantes, mientras batallones de mosquitos planeaban sobre la cola cambiante de su yegua irritada. ¿Está en Chicago? ¿Volvió a casarse? ¿Su pelo es gris? ¿Lee todavía novelas francesas? ¿Continúa siendo alta y flaca? ¿Todavía cabalga? ¿Estaba enamorada de mi padre? ¿Estaba él enamorado de ella?

Abriéndonos camino, él va delante a través de matorrales de cepillo empapado verde mono, buscando escondites de animales y trayendo a casa trozos de una primitiva y botánica conjetura con perezosos cortes en su machete manchado de vid.

Viggo Mortensen - Linger

Linger

La luz llega despacio, demasiado despacio, mientras tropiezo con tus vistas. Soy tuyo, tu eres mio. ¿Has perdido tu imagen de la carretera a través de los árboles? ¿Extraviaste la lista de ríos y los nombres de los lugares que compartias para contar historias? ¿Te importa si se salta el final, si la bienvenida del héroe es una despedida? ¿Te irás de tu cama, dejándonos tan silenciosamente como lo hace la luna? Comenzamos a reconocernos, pero las apariencias cambian y nos engañan, como la niebla esconde un arrecife. Dejaré aparte la mayoría de nuestro pecados hasta que se vislumbre el día que te permitan volver intacto. Tan solo relee el discurso que esperas decir para tus adentros. Te echo de menos, como lo he hecho durante años, y retengo algo de respeto por tu genio, el cuál algún día será todo lo que dejes por tu independencia.

Casi te parecías a las bestias que matabas, y siempre amigo de amigos y extraños para los que, al azar, de modo inesperado, no has tenido paciencia. Nos has enseñado el valor del trabajo físico, y un sentido general de la justicia. Etica y justicia en los alrededores del mundo son temas complicados, sin embargo. Cuando nosotros mismos nos convertimos en matones, ¿nos damos cuenta de ello? ¿daremos los pasado por pasado? ¿te acostarás enfadado? Cuando nos alejemos por direcciones separadas, ¿importará quién dijo la última palabra?, ¿quién estuvo al mando al final? ¿Importará por qué no nos escribíamos regularmente, rellenando un contrato que comenzó tan pronto como puse tinta en una línea recta? A veces he querido dejarte atrás, pero todavía uso viejas palabras tuyas en frases nuevas, que dicen cosas que nos escribimos y nunca dijimos.

Tienes la aceptación del deceso y de la decadencia de un granjero, una certeza de primavera que crece hacia adentro. Te llevarás contigo un particular entendimiento de la tierra y de los cielos que no se han visto, de los hábitos de apareamiento y los tipos de viento costero, pero nos dejarás llenos para acabar y llamarnos a nosotros mismos, gorriones sobre el grano partido. Te levantarás temprano, como siempre, y vagarás alto sobre el horizonte, primero para ver los campos sin dueño, gansos regresando del sur, un macho oscuro en el borde del prado, y el repentino y espantoso contorno de continentes desconocidos para cualquiera de nosotros. Siempre has compartido la excitación de tus descubrimientos, insistiendo en que prestáramos atención a tus hallazgos, y aprender a vivir en tus paisajes.

Cargarás con una piececita de nuestro hueso eligiendo por siempre, tu recomendacion secreta, agarrada a tu cadera mientras la sangre se ralentiza, se enfría y se ennegrece. La cogeremos de tí, trataremos de mirar en el interior de tu puño para adivinar qué puede ser. Quédate con ese consuelo, esa promesa que mereces. Tu apetito te ha mantenido vivo mediante bilis, escarcha de medianoche, decidido a verte alcanzar otro lugar de días de alto heno. Agachas la cabeza contra la noche, apartando tus ojos del pálido resplandor ártico, quemando la mejilla colorada contra la ventana de la puerta de atrás. Tienes todo el invierno para tí y podrías facilmente ser el unico hombre despierto de aquí a Canada ahora mismo. A solas para atestiguar que un coydog desaparece trás el granero, rastreando o tan solo haciendo alguna salvajada. Algo ha muerto recientemente. Puedes sentirlo por dentro, aun mientras ahuecas tus manos hacia tus ojos cansados y te esfuerzas contra el cristal congelado, intentando ver a través de él las almas de los sauces. Todo está demasido tranquilo, incluso para esta hora fría.

Viggo Mortensen - Linger